¡Salve Santiago! Belleza, hermosura,
camafeo de orla esmeraldina
que vibra en floraciones de ternura,
porque en el alma que te dió Natura
hay nobleza, amor y paz divina.
Vestigio de una raza vigorosa,
caminito que fue, del hombre Olmeca
que dejara en cultura prodigiosa
la corona que hoy ciñes, orgullosa,
como hija suya y Deidad Tuxteca.
La falda de tu talle, se me antoja,
plisado y rococó de serranía
que el viento sur levanta y sonroja
al paisaje azul mate y verde hoja,
robar de tus encantos la poesía.
Poesía en tu cuerpo y en tu alma;
en tu altiva defensa y tu perdón
poesía de huracán y viento en calma;
poesía en el penacho de la palma
que abanícate, al toque de oración.
En la noche de plata y luna llena
eres fúlgida joya diamantina,
y en la tarde otoñal luces morena
si en tu techo sacuden su melena
nubes grises de lluvia cristalina.
Es confeti musical tu caserío
y armónico poema los murmullos
de las aguas nerviosas de tu río,
que rayan y puntean en estío
mil ojos luminosos de cocuyos.
Eres susurro de brisa nocturnal…
y eres grito guerrero del pasado,
gigantesca obsidiana sagital…
y adornito navideño de Portal
en ónice y en jade engarzado.
Tu nimbo de esmeraldas agiganta
el reflejo de tu gracia y esplendor,
Celeste coro tus virtudes canta
y el mismo sol, ante belleza tanta
tras la cima esconde presto, su rubor.
Cuando el hombre, con ímpetus astrales
marcó en nuestro satélite sus huellas,
tu nobleza, Santiago, y tus modales,
ya adornaban espacios siderales
hablándose de tú, con las estrellas.
Tuviste un ayer de inmensa gloria
y pues tienes un presente de titán:
de tu nombre y tu límpida memoria
será eterno guardián, ante la historia
y cual lámpara votiva, tu volcán.
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Y en la noche del sufrir, al paso
de inmenso anhelo, y del descanso en pos:
¡Quién pudiera, asido de tu brazo,
reclinar la cabeza en tu regazo
y así morirse, bendiciendo a Dios!
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Mayo de 1970