Calderón informó el martes 8 de abril lo siguiente: con los “bonos ciudadanos” cualquier persona tendrá rendimientos semejantes a los de la paraestatal y costarán 100 pesos; sólo podrán ser adquiridos por mexicanos y se evitará que “sean acaparados por unos cuantos”, declara Enrique Galván Ochoa –periodista de La Jornada-. En otras palabras, los mexicanos que adquieran dichos bonos tendrán ganancias semejantes a las logradas por Petróleos Mexicanos, gozarán de exclusividad y dichas ganancias serán equitativas entre todos.
A nuestra vista, la propuesta que el presidente del empleo presenta es populista e insustancial. Busca acallar, o al menos apaciguar, el hambre del pueblo prometiendo una caricaturesca salida de la pobreza: de hecho no solucionará nada -pero promete mucho. La idea, además, es insustancial en lo económico: cada petrobono generaría una ganancia de 7.00 pesos al año (lo que cuesta una boleada). ¿Cuántos bonos necesitaría cada persona para obtener una buena ganancia? ¿Quiénes serían los verdaderos beneficiados? Como siempre… los acaparadores. La propuesta Calderoniana surgió con mala leche; ¿por qué?, veamos:
1.- La información sobre los nuevos títulos ya se había colado a la Bolsa Mexicana de Valores desde la tarde del viernes 28 de marzo –10 días antes. ¿Cómo habrá llegado la información a los banqueros con tanta anticipación? ¿Será ingenuidad o de plano complicidad del equipo del presidente del empleo?
2.- Guillermo Prieto Treviño (GPT), el presidente de la bolsa, había intercambiado mensajes electrónicos con un grupo de funcionarios bancarios con la presunta intención de acapararlos: “... No hay que hacer mucho ruido, pero sí meternos para lograrlo; creo que tenemos los apoyos pero que no se vea que somos nosotros”, recomienda GPT a sus amigos y socios, (declaraciones del reportero Antonio Guzmán, del noticiero De una a tres, de Jacobo Zabludovsky, quien dice que tuvo acceso a los mensajes confidenciales).
Precisando: los mensajes electrónicos básicamente son tres: 1. “estén listos”, 2. “no hagan ruido” y 3. “tenemos los apoyos” (ver www.jornada.unam.mx).
Los recados confidenciales, a que hace referencia el citado periodista Galván Ochoa, llevan copia para los voraces empresarios que están en la jugada. Sobresale el nombre de Carlos Gómez y Gómez, ex accionista mayoritario de Serfin, ahora fusionado a Santander. Fue dos veces presidente de la Asociación de Banqueros –de 1998 a 2000– y participó en el arreglo del FOBAPROA, del cual es beneficiario. Aparecen también los correos electrónicos de funcionarios de IXE, Invex, Valmex y Banamex.
¿Hasta dónde llegará la ambición de estos personajes? ¿No considera usted, amable lector, que el pueblo mexicano ha pagado ya demasiadas atrocidades cometidas en 25 años? ¿El petróleo y su industria tendrá el mismo destino fatal que la banca, carreteras, aeropuertos, líneas aéreas, ferrocarriles, satélites, acereras, ingenios azucareros, telecomunicaciones y tantos otros sectores y empresas otrora del Estado? Todo, todo vendido. Y ya sin la posesión del oro negro, sin nada más qué vender… ¿de dónde se generarán más recursos? ¿Qué más quedará por vender? ¿Acaso otro pedazo de patria?
Mientras medito, aparece el gran Benjamín. ¿Qué barruntará mi optimista y viejo amigo? -sabio campesino de tez arrugada, indiscreto, atrevido y entrón- quien siempre saluda con desparpajo y alegría; pero ahora, visiblemente acongojado, balanceando la cabeza me grita a voz en cuello, en pleno centro de la ciudad: -¡Profe, ora sí, sin petróleo, nos va a llevar la madre!
¿Qué empresarios mexicanos -y españoles- estarán con los ojos desorbitados, frotándose las manos y relamiéndose los bigotes?... ¿Quo vadis patria mía?
En la foto, Vicente Fox y Guillermo Prieto Treviño.