Guillermo Arriaga (1958- ), destacado escritor chilango, nos presenta en una magnífica serie de imágenes hilvanadas por hilos de rumores y desvergüenzas una de esas tantas historias que podrían acontecer en cualquier pueblo. Lo relevante de Un dulce olor a muerte estriba, a nuestro entender, en el cuidadoso manejo de tiempos y en el sencillo pero minucioso desarrollo de acontecimientos. En búsqueda de su propia identidad Arriaga comparte con los lectores, quizá impensadamente, el maravilloso acto de la escritura-lectura.
La trama de la novela es simple: el muchacho Ramón Castaños, uno de los personajes principales, es señalado por todos en el pueblo como el novio de Adela, bella joven que aparece muerta completamente desnuda.
Incapaz de desmentir el rumor y convencido por las voces de la población, Ramón se ve envuelto en la venganza de su nueva amada. Los hombres de Loma Grande incitan a Ramón a que repare el desagravio. Poco a poco, conforme se adentra uno en la obra, se empieza a esparcir en el pueblo el dulce olor a muerte.
La atmósfera, ambientación y personajes empapan al lector en una corriente de emociones continuas. El escritor posee la magia de los relatores que subyugan con simples tramas y por la precisión y sencillez de las palabras. Desde las primeras líneas prestamos atención al lenguaje llano y descriptivo propios de la cotidianidad. Veamos:
Ramón Castaños sacudía el polvo del mostrador cuando oyó a lo lejos un chillido penetrante. Aguzó el oído y no escuchó más que el rumor de la mañana. Pensó que había sido el gorjeo de una de tantas chachalacas que andaban por el monte. Prosiguió con su tarea. Tomó un anaquel y se dispuso a limpiarlo. De nuevo brotó el grito, ahora cercano y claro. Y a ese grito sobrevino otro y otro. Ramón dejó el anaquel a un lado y de un brinco saltó a la barra. Salió a la puerta para averiguar qué sucedía. Era domingo temprano y no encontró a nadie, sin embargo los gritos se hicieron cada vez más frenéticos y continuos. Caminó hasta la mitad de la calle y a la distancia vio venir a tres niños que corrían vociferando:
-¡Una muerta…, una muerta…!
Ramón avanzó hacia ellos. Atajó a uno mientras los otros dos se perdían por entre el caserío.
-¿Qué pasó?- le preguntó.
-¡La mataron… la mataron…!- bramó el niño.
-¿A quién? ¿Dónde?
…
El autor no pierde el tiempo con innecesarios rebuscamientos. La naturalidad y desparpajo de las expresiones de la gente común son su carta de presentación. El comienzo es altamente emotivo y cautivador. ¿No lo cree?
Fomentemos el placer por la lectura. Probemos leer en compañía de la familia, podría sorprendernos el resultado. Sugerimos que antes, durante y después de leer avivemos aún más el interés en los escuchas asaeteándoles con preguntas generadoras de plática, por ejemplo (para antes de leer): ¿te ha asustado alguna noticia? ¿cuál?, comenta brevemente.
O para implicarlos durante la lectura: -contesta mientras escuchas: ¿Qué hora era cuando Ramón oyó los gritos?, ¿cuántos niños corrían?, ¿a cuántos niños atajó Ramón?
Es muy importante dejar picado a los demás leyendo únicamente lo que previamente se ha estipulado: quince minutos, media hora, un capítulo, etc. No se desespere, sea paciente, vaya paso a pasito, encuéntrele el chiste. Y recuerde tener siempre a la mano un diccionario para despejar cualquier duda.
Los invitamos a que lean, colaboren y comenten en nuestra página: http://www.literariasantiagotuxtla.blogspot.com/
1 comentario:
da gusto tener gente en nuestro santiago tuxtla que promueva toda la bellesa de nuestras tradiciones para que el mundo pueda conocer la hermosa ciudad y colonial santiago tuxtla ver. mex.
gracias pena literaria
gracias flavio ramon
los saluda antonio otapia desde miami florida estados unidos siempre miro sus trabajos
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